martes, 27 de abril de 2010

Parte II de la historia de unos zapatos

Un día antes de que se cumplieran los siete días, la joven pasó por la tienda para comprobar que lo zapatos seguían allí. Mientras caminaba, por su mente pasaban mil ideas sobre lo que pasaría si no los encontraba. Las ansias corrían por sus venas. Todo podría pasar.
Por fín llego a la zapatería y su mirada no perdió el tiempo en otros espacios de la tienda, ella sabía justo donde buscar.
Se paró frente al aparador, quedó totalmente inmóvil. Su respiración quedó estática por unos segundos. Parpadeó léntamente, como si el tiempo se hubiera detenido y continuado en cámara lenta. Ni siquiera tomó el tiempo para buscar alrededor, era obvio que no estaban. Quien los quitó ni siquiera se tomó la molestia de llenar el espacio vacío.
Cuando le volvió el aliento, se dirigió al joven que atendía. Ella le preguntó si sabía qué había pasado con el modelo que estaba en ese espacio, indicándole el lugar. El joven sorió y le dijo que, como era único par, alguien ya los había separado y los quitaron para que no se vendieran a otro cliente. El rostro de la chica cambió de color, estaba segura de que había perdido su par.
El joven, a menera de comentario, le dijo el dueño de la tienda le había pedido esa mañana que los guardara para un cliente que los compraría el siguiente día. Esto confundió a la chica. Y para refirmar su sospecha preguntó que si él sabía de quién se trataba. Él le contestó lo poco que sabía, le dijo que era para una joven que había esperado toda la semana por ellos. Ella no podía creerlo, estaba segura que se trataba de su caso. Casi olvidaba agradecer al joven por la información, pues salió corriendo porque estaba muy tarde para su trabajo.
Ese día trabajó como si hubera sido el primer día en que inició en ese empleo. Las horas de la jornada de trabajo pasaron volando, y la última noche que pasaría sin sus zapatos cada vez se acercaba más. Le hacía cosquillas el estómago y por su mente sólo volaba una imagen, los zapatos de sus sueños. Y bueno, el sueño era tan difícil de conciliar con tales ansias, pero trataría de hacerlo pues al día siguiente tendría mucho trabajo y cosas para hacer.
La noche fue corta, pero la transición entre acostarse y conciliar el sueño fue eterna. Esta historia no termina aquí.

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